Hace bastante tiempo, al menos tres años, escribí algo sobre la realidad que vive nuestro pueblo con respecto a la inmigración. Hoy en día sigo pensando lo mismo, salvo algunos matices que, con los años y las experiencias se han ido definiendo. Aún así, lo voy a poner tal y como lo escribí:
Me gustaría que cuando salieseis hoy a las calles de nuestro pueblo observáseis a las personas mientras caminan. No caminéis con la cabeza gacha, mirad a la cara a esas personas que se cruzan con nosotros en cada esquina. Y pensad: ¿de cuántos lugares diferentes provienen?, ¿qué habrá pasado en sus vidas para llegar hasta aquí?, ¿por qué?, ¿cómo lo han coseguido?. Seguro que sólo podréis contestar a la primera pregunta que os planteo, porque es en lo único en lo que nos fijamos cuando vemos a una persona, en seguida nos damos cuenta de que no es de Rociana y, a la vez, de que no es de España.
¿De verdad hay que hacer esas distinciones? No sabemos como se sienten esas personas cuando los miramos. Nosotros no nos damos ni cuenta de cuál es la expresión de nuestra cara cuando los observamos, pero ellos lo notan rápidamente. Se han hecho especialistas en adivinar miradas.
Vamos a pensar un poco en nuestros casos (que parece que sólo así somos capaces de entender a otras personas). ¿Quién no conoce a alguna persona que ha tenido que emigrar a otras regiones de España e, incluso, fuera de nuestro país? Son personas que se fueron sin nada, y volvieron con una vida (sólo eso es lo que iban buscando). Pongámonos en su pellejo, es inimaginable el desarraigo que sentían esas personas cuando se iban sólas, sin conocer el lugar ni el idioma, gente normal, que nunca habían salido del lugar dónde vivían. Y a estas personas cuando iban, por ejemplo, a Alemania, no les gustaría que les llamaran "los españolitos" de manera despectiva, que no les miraran, que no les dieran trabajo, que no les ofrecieran su amistad, que desconfiaran de ellos, ...
Pues bien, eso es lo que estamos haciendo nosotros. Afortunadamente ahora nos encontramos en una situación privilegiada (aunque no lo creamos). Nos permitimos el lujo de elegir y desechar algunos trabajos. Personas de otros países vienen buscando trabajo aquí, cosa impensable cuando eran nuestros familiares los que tenían que irse. Nosotros les tachamos de "polacos", "rumanos" o "moros". No nos molestamos en conocerles y saber sus nombres ni sus historias personales. No intentamos enriquecernos con sus vivencias y sus culturas. No sabemos que muchas de las personas que cogen nuestros frutos en el campo (a los que no se les paga lo que merecen), que limpian nuestras casas, que sirven nuestras copas, son personas con una vida difícil, personas con estudios superiores, que han dejado su vida en su país y también a su familia y a sus apoyos personales. Y un día decidieron buscar la vida que querían y merecían, trayendo pocas cosas que les recordaban su pasado. Vinieron, a veces, en condiciones infrahumanas. Pero eso no lo valoramos, lo que significa que no valoramos su vida. Y cuando llegan aquí se encuentran con el rechazo de la mayoría de las personas.
Incluso se ofrecen puesto de trabajo con un requisito: "que la persona sea española". ¡No puede ser! ¿No dice la Constitución (que todos vemos como un tesoro) que no se debe discriminar a las personas por su raza, lengua, religión, sexo,...?
Todo lo que hacen lo miramos con lupa. Generalizamos a todo el colectivo cuando hay problemas con un individuo. Criticamos despiadadamente cuando conocemos el caso de un hombre o mujer que se han enamorado de estos buscadores de sueños, cuestionamos sus razones (¿ya no creemos en el amor?).
Estas personas que se encuentran en nuestro pueblo se intentan integrar, participan de nuestras fiestas, van a los mismos sitios que nosotros, han aprendido rápido y casi a la perfección nuestra lengua. Todos hemos visto a alguno de ellos, por ejemplo, llorar viendo a Nuestra Virgen del Socorro o de los Dolores, y bailar al son de nuestras sevillanas.
Todo esto es una realidad, ¿por qué luchar contra ella?. Aprovechemos y aprendamos de ellos. Sólo así, cuando paseemos por la calle y miremos a la cara a las personas, veremos una rica mezcla cultural y sobre todo, veremos a muchos vecinos y amigos de diferentes procedencias.
Así conseguiremos responder a todas las preguntas que se planteaban al principio, ¿qué cosas han pasado en sus vidas?, ¿por qué están aquí?, y ganaremos todos.
La Hermanita de la Caridad