lunes, 23 de febrero de 2009

Necesito viajar

Tras algo más de dos meses sin escribir, por fin me he decidido a hacerlo. Aunque creo que no he elegido el mejor momento ya que, como estoy escayolada (me partí un dedo hace algunas semanas), sólo puedo escribir con una mano.
Ya sabéis que siempre me ha gustado escribir y, para mi, es una buena forma de desahogarme, expresar mis deseos, sentimientos o indignación.

Bueno, pues esta vez es un deseo... una necesidad!

Y lo repito, necesito viajar, me ahogo.

A lo largo de estos años al frente de mi blog, os he relatado muchos de mis viajes, los que he hecho, y los que me gustaría hacer. No obstante, a los pocos días de comenzar con este diario, os conté mi camino de Santiago, y cómo éste cambió en gran medida mi visión sobre muchas cosas, y también me enseñó que no son necesarios los lujos para vivir una experiencia inigualable (aunque de vez en cuando no están mal!).
En toda mi vida yo creo que nunca he dejado de viajar, que siempre ha sido, éste, un hecho que ha marcado mi vida, que ha modelado mi carácter. La mayor parte de mi infancia la pasé a caballo entre Madrid y Rociana, y esto me hizo familiarizarme con el turismo y, sobre todo, con los aviones (de ahí, supongo, mi pasión), en los que viajé innumerables veces, siendo la primera cuando tan solo contaba con 6 meses de edad (aún conservo el billete).
Cuando mi familia madrileña descubrió tierras levantinas, mis veranos se trasladaron a Alicante, hasta que, en mi adolescencia decidí practicar idiomas, pasando dos veranos en Inglaterra, que me pusieron en contacto con personas de toda España, cosa que me ha permitido visitarles y conocer ciudades maravillosas como, por ejemplo, Valladolid.
Ya, por estas fechas, con 15 años recién cumplidos, el gusanillo de viajar había hecho un gran nido dentro de mi, y no había quien lo exterminara.
Así, cuando empecé la carrera (Turismo, por supuesto), tuve la oportunidad de visitar en diversas ocasiones numerosas ciudades, entre las que destacan la increíble y acogedora Córdoba y la mágica Granada.
Pero esto no iba a ser suficiente. Aún a mi vida le quedaba una gran sorpresa, el trabajo que me brindaría aún más facilidades para desarrollar esta afición. Y en agosto de 2007 me traslado a vivir a Barcelona, de la que me despido con lágrimas en los ojos a finales de noviembre. Desde ese momento, vivo en Sevilla, aunque un viaje a París (capital que he visitado en cuatro ocasiones) me saca del sopor de viajar únicamente por trabajo.
Termina el año y comienza uno nuevo, con Roma enamorándome y dejandome embelesada por mucho tiempo. Dandome cuenta que, quizás, esta afición por viajar y este defecto de absorber todo lo que me ofrecen las ciudades, iba a acabar convirtiéndose en un problema.
Ya este verano, cuando tenía asumido que no iba a volver a volar, me mudo de nuevo, esta vez a un destino perfecto para pasar el verano (si no fuera por el calor): Mallorca, isla que conocí en toda su extensión, aunque mi rutina allí se iba edulcorando con numerosos viajes a Italia, país que esconde rincones impresionantes.

Ahora, llevo sin viajar unos cuatro meses, tras dos intentos fallidos de ir a Ámsterdam, y de verdad que no puedo más. No me importa dónde ir, ni dónde dormir, ni qué comer, necesito ocupar el huequecito que tengo reservado para que los destinos lo llenen con su hospitalidad hacia mi, sé que ellos también me están esperando impacientes.

La Hermanita de la Caridad
Blog Widget by LinkWithin