jueves, 31 de enero de 2008

CONTIGO (Joaquín Sabina)

Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado con ganas de llorar.

Yo no quiero vecinas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz
.

Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta
, brindar a tu salud.

Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardin;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana sin ganas de comer
.

Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin tí.

No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad.

Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

Joaquín Sabina
Yo, Mi, Me, Contigo

domingo, 20 de enero de 2008

Desenamorarme...

Esa es mi necesidad inmediata después de volver de Roma.
Anoche volví de esta maravillosa ciudad, anoche, cuando por fin me tumbé en la cama, sentí un vacío intenso dentro de mi, algo que no me dejaba conciliar el sueño. Todo daba vueltas en mi cabeza, todo se arremolinaba y paraba el tiempo de repente.
Enamorarme es mi mayor error, creo que se ha convertido en el peor de mi vida, en algo que me hace débil, algo que no consigo controlar. Eso me pasa con las ciudades, con estas ciudades que están llenas de incentivos para mi, que serían capaces de despertarme con una sonrisa cada mañana, y arrullarme con su encanto al anochecer, cuando un muro de piedra me separe de sus calles, de su aire, de su olor...
No aprendo, ya me pasó. Me pasó con Londres (a la que no amé bien), Madrid (a la que tardé en amar), París (un flechazo), Barcelona (en la que me sumergí y aún no puedo olvidar), y aún con el dolor del desamor, me vuelve a pasar, me pasa con Roma. Es peligroso empezar a amar, abrir los ojos ante ella con nuevas ilusiones, pasear mientras te observa desde sus cúpulas doradas, demostrando que es inútil no caer rendido a sus pies, resistirse es imposible.
Debí preveer que esto me ocurriría, a Roma ya la amaba antes de ir, de oídas, como si de la doncella más bonita de la Tierra se tratara, que tiene infinidad de admiradores sin ni siquiera haber rozado sus manos. Y cuando la ven, se escucha un suspiro colectivo, al confirmar que era más bella aún de lo imaginado.
Perder la consciencia, no ver a nadie, no oir a nadie. Sólo mirarla de frente, a sus ojos esculpidos en mármol, recubiertos de oro, engalanados incomparablemente.
No es turismo lo que yo hago cuando visito estas exigentes amantes, no. Es un ritual de cortejo, un baile sensual, al que acabo sucumbiendo yo. Pero me doy cuenta, cuando las abandono, de que ellas también sufren con mi partida. Y siempre vuelvo, tarde o temprano, a visitarla, con la confianza de los amantes que lo fueron en el pasado y, ahora, sólo una relación esporádica los une. Y al irte, le enjugas una lágrima de la mejilla con la palma de tu mano, mientras otra pequeña y cristalina resbala por tu piel cuando te das la vuelta para comenzar tu marcha.

A este amor han contribuido mis celestinos acompañantes de viaje, a los que quiero agradecer los momentos vividos.

Pd: Incluiré fotos en cuanto pueda.

jueves, 3 de enero de 2008

2008...

Otro año que se esfuma ante mis ojos.
El pasado 2007 ha sido un año de contrastes, del que cambiaría muchas cosas, pero otras no las movería lo más mínimo. Me he llevado muchas decepciones, algún momento triste, he aprendido mucho y me he reido hasta dolerme. He conocido a personas incomparables y, a la vez, he echado mucho de menos hasta sentir un vacío infinito dentro de mi. Muchas veces he necesitado largas conversaciones de desahogo, y no he tenido a nadie; y otras, he estado rodeada de gente, sin nada que decir. He bailado hasta perder el control, siguiendo unicamente el ritmo que salía de mi cabeza, y he dejado de respirar ante una música ensordecedora.
No sé bien cómo explicarlo. Este año me he conocido un poco más, y me he dado cuenta de que había ciertos aspectos de mi que no había terminado de comprender. Me doy cuenta, una vez más, que no hay que perder lo bueno que tenemos, que los días son como el agua, que se escurren entre los dedos si intentas agarrarlos con fuerza, sin embargo, puedes mantenerlos un rato entre tus manos si lo haces de la manera adecuada, si los tratas con suavidad.
Creo que tengo mi deseo para el nuevo año: que aprendamos algo de cada día, también de los malos, que seamos capaces de sonreir ante cualquier situación, y que siempre tengamos unos brazos amigos en los que buscar consuelo.
La Hermanita de la Caridad
Blog Widget by LinkWithin