Siento el ojo que me mira,
lanzando miradas furtivas correspondidas
que se acaban convirtiendo en un fuego cruzado ensordecedor.
Deshilacho mi corazón con una sonrisa
mientras se abren mis venas con la tristeza,
con la promesa de la felicidad pasajera que anhelaré mientras viva.
Rasgo mi alma, lo rompo en pedazos,
lo pongo en bandeja y me atrevo a degustarlo.
Acaricio paisajes lejanos,
me envuelve el olor a tierra mojada, mezclada con la esperanza.
¡Necesito cerrar ventanas y abrir puertas,
que una luz cegadora entre por ellas!
La Hermanita de la Caridad
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